martes, 12 de octubre de 2010

EN EL RECUERDO: RESTAURANTE GORBEA

Elegancia y convicción de la cocina Vasca
En el enredado mundo del comer queda claro que existen dos grupos. Por un lado están aquellos que, pocos, menos mal, piensan que el acto de comer es algo estrictamente obligatorio y necesario para una digna y saludable supervivencia, limitándose, sin pena ni gloria, a ingerir en forma casi cibernética, todo lo necesario para alcanzar sus indisolubles objetivos de mens sana in corpore sano.
Por el contrario en el otro estamos, y a mucha honra, aquellos que hallamos en cada comida un auténtico tesoro lleno de placer, de aventura y de emociones, muchas veces significativas, que convierten a nuestra humilde e insignificante existencia en una serie de actos placenteros, que sólo terminan cuando nuestro espíritu natural de entrega a los placeres, se sofoca.
Pero ¿cuál será en todo caso el atractivo primordial de este acto, qué es lo que convierte al comer y beber en algo tan especial?, ¿será quizá el placer gustativo, que el cerebro interpreta con gozo o con rechazo?, ¿ó tal vez será lo que encierra alrededor, como la conversación entre amigos?
Seguramente será el conjunto de todo, la compañía, la comida y el lugar que hayamos elegido para disfrutar.
Siguiendo rumbos ya explorados, el restaurante Gorbea continúa mejorando por su senda ya usual.
El jefe de cocina Florencio López, ha llegado al pleno convencimiento de que debe seguir los designios marcados durante quince años por la casa, que le han dado una considerable reputación y un substancial fondo de comercio. En consonancia, se ratifica en estilo y carta, rematando todavía un poquito más su clasicismo. Recetario evidente y predominantemente convencional, pero una de las cocinas más consumadas de las islas en su género, en la que llaman la atención ciertas características, la primera de todas, la gentileza y la armonía que distingue a sabores y combinaciones. El excelente género que se utiliza es la segunda, sea sencillo u opulento, siempre será superior.
Hay una tercera virtud a resaltar, los puntos de cocción son, por lo general, de alta cocina moderna. Todo ello demuestra un restaurante exquisito y actual de gustos enraizados.
Hoy, como ayer, disfrutamos del etéreo foie de oca fresco que da la bienvenida servido con un hilo de salsa de naranja y fresas naturales, acompañado por tostas de trigo duro o de los más finos espárragos de Lodosa que se conozcan que albergan marisco y salmón ahumado y que componen los imperecederos e insustituibles entrantes. Como siempre, un impecable arroz meloso con langosta, con una calidad fuera de lo habitual y con un caldo enlazado a la gramínea que recordaba a la salsa en la que despunta el tomate que originalmente les ilustró.
Continuamos con otro sello de gusto de la casa, los pimientos del piquillo que hacen de soporte a un bacalao desmenuzado realzado por una salsa picante y otra de setas, de lo mejor que saborear. Al instante necesitábamos renacer un recuerdo inolvidable, los medallones de rape asado con efluvios de vino blanco y ajo crujiente, que resultó, si cabe, mejor que nunca.
Otra asociación a la carta, sensata e impecable, el lomo de bacalao, amplio y jugoso a más no poder, con un delicado pil pil y una setas, que en esta ocasión, eran unas láminas de hongos.
Y siempre que haya hueco, está el Chateaubriand a la Provenzal, constituye una placentera obligación, de verdadera categoría, por materia prima y punto de cocción, que aparece vestido con una salsa elaborada con pan fresco, ajo, perejil y unas notas de limón.
No podemos olvidarnos de otros previstos viajes a la cocina para confirmar las incontables atenciones que recibe la paletilla de cordero para presentarla en su justo punto, con unas papas panadera y verduras al dente, el liberal confit de pato con hongos y papas torneadas, la matizada merluza frita engalanada por un velo crujiente y acompañada de salsa Tártara y la regia lubina, entre otras especialidades, que indican que el rigor y la constancia tienen mucho mérito.
La bodega cumple con su cometido contando con una amplia gama de vinos que cubren las exigencias de los paladares más selectos.
Si a una cocina asentada, unimos un servicio impecable al frente del cual encontramos al maître Fernando Manero orquestando al equipo de sala, seguro que nos encontramos cerca del cielo, entre otras razones porque el restaurante Gorbea se encuentra en la cima del Hotel Gloria Palace.
Retomando el hilo sobre comer o alimentarse, dicen que todo está en el cerebro y es paradójicamente cierto. Por ello basta con un mero ejercicio. Probemos a librarnos de todo lo inculcado y sometámonos a un juego de libertad mental. Juzguemos de la forma más pura, qué pasa por nuestro cuerpo y mente cuando sentimos la piel de un fruto y luego lo olemos hasta lo más profundo, después lo cortamos y seguimos descubriendo emociones, para luego comerlo y será, casi, como, la culminación de todo.

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