jueves, 26 de agosto de 2010

LA CUCHARA QUE NOS DARÁ DE COMER: TURISMO GASTRONÓMICO

Un catedrático de una universidad del norte comentaba recientemente en la prensa las reacciones de sus alumnos durante un viaje a los países escandinavos. Contenía una crónica a la comida, en la que ponía de manifiesto la reticencia de algunos jóvenes ante las comidas para ellos extrañas o, al menos inusuales en su dieta usual, papas sin pelar, ensaladas sin aderezo y salsas misteriosas.
 De sus palabras se puede sacar una conclusión, la rareza culinaria no existe; raras son las personas. Así, hay que ser raro para desconocer la existencia de las papas asadas en entero y sin pelar, que se sirven desde tiempo remoto en Europa y no digamos en América.
Es muy probable que a cuantiosos consumidores españoles esta manera de cocinar el tubérculo les dé cierto reparo, pero a su vez, estas mismas personas tienen hábitos alimenticios que igualmente resultan extremadamente extraños para los comensales de otros países. Por ejemplo, comerse las habas con hollejo, cosa que no hacen ni suizos, franceses o nórdicos. Y que decir del chorizo, embutido tan natural en España que, no obstante un inglés lo considera exótico, y del mismo modo tampoco hacen chorizos los holandeses.
Y concurren otros ejemplos que convierten a este país en uno de los más curiosos, gastronómicamente hablando. ¿Qué clase de rareza le puede parecer a un galo el cocido, cuando los garbanzos han sido una legumbre repudiada en su historia culinaria? Si las hormigas colombianas o los chinchulines fritos y crujientes de los mejicanos nos parecen viandas enigmáticas. Qué opinión pueden tener ellos de nuestra afición a los percebes y antes a la carne de burro, cuando en otras zonas este animal no acabaría jamás en un plato, por cuestiones afectivas y productivas, en España el equino se ha consumido como necesidad y, después, como peculiaridad. Y qué decir de los platos de nuestros ancestros a base de sangrecilla y corazón.
Conocido o raro. Es la misma subjetividad que nos hace dividir la comida entre productos familiares o rarezas, la que ha hecho también que se globalicen algunos alimentos al elevarse gradualmente a la condición de normal.
Lo que ahora son el pan nuestro de cada día, que incluso se producen en Canarias o Andalucía; tierra en la que, por cierto la naranja desde hace cientos de años ha acompañado al bacalao en salazón, no hace mucho, eran exotismos tropicales, algunos como la papaya, el mango, o la piña.
Si en los alimentos existe esa parcelación cultural de gustos, en los condimentos la gama todavía es más amplia, pero igual de personal. Es más exótico condimentar un cordero con curry o menta que un mero con perejil? Las ensaladas sin aderezar, o enriquecidas con lácteos, le llaman tan intensamente la atención a un andaluz como las verduras dignificadas con aceite de oliva a un sueco. Cuestión de hábitos.
Por si fuera poco, cada día aparecen más y más salsas y su invariable globalización ha favorecido de forma categórica a aumentar el exotismo en los fogones. En especial, en los tiempos en que la comida era difícil de conservar, estos acompañantes han sido casi siempre misteriosos, y las salsas estaban destinadas a enmascarar sabores y olores. Para mediterránea la emulsión de aceite y bacalao que inventaron los vascos con el nombre de pil pil. Y para misteriosa, la súper normal salsa negra.
Solución, extraño es lo desconocido, pero también todo comensal que destierra y rechaza lo que se aparta de su cultura y de lo cotidiano. Y son esas conductas, cerradas, estrechas de miras las que esencialmente perpetúan el exotismo.
El decir que la gastronomía es uno de los pilares más importantes que sustenta al sector turístico en España no es nada nuevo. La importancia del Arte Culinario en nuestro país es tal que incluso, ya existe un prototipo de turismo llamado gastronómico, y delimitado en cada región española.
La decisión de viajar para visitar países como pasatiempo no queda exclusivamente reducida a conocer del lugar de destino una serie de monumentos, paisajes, costumbres o folclore, por muy bonitos y admirables que éstos puedan ser. El complemento más importante, diría yo sin miedo a equivocarme, de la visita a un determinado sitio, lo pone un buen almuerzo o una buena cena.
Si es así, es decir, si el conjunto ha sido excelente en todos los sentidos, buena comida, buen vino, buen ambiente, buen servicio, buena limpieza, con toda seguridad ese lugar será recordado, primero por lo que se comió y luego por lo que se vio. Seguro, en ese orden y no en otro.
Si por el contrario, la comida fue pésima, y en cambio los monumentos y los paisajes fueron lo mejor de lo visitado, de aquel lugar quedará siempre una mala imagen.
Ya ven ustedes hasta donde llega la importancia de la gastronomía.
Como decía anteriormente, existe un substancial número de personas, y cada vez va en aumento, que acuden a un destino concreto con el único propósito de conocer y experimentar determinados tipos de cocina y vinos, en definitiva descubrir y disfrutar de nuevas sensaciones culinarias que, necesariamente, han sabido vender los responsables del lugar.
Este es el turismo gastronómico que va en aumento a pasos agigantados.
Por todos es conocido que una de las fuentes más importantes de riqueza de las que tenemos en España es, indudablemente el turismo, y en unas zonas más que en otras, como es el caso de Canarias que podría ser, incluso la primera.
En nuestro caso, independientemente de que sea alta o baja, la temporada turística dura todo el año, por eso, todos, absolutamente todos, porque de una u otra manera a todos nos beneficia, tendríamos que aportar nuestro granito de arena para que este fenómeno del turismo gastronómico, del que gozamos en ciertas zonas del país, se haga una realidad en Canarias y no solamente persista y se mantenga, sino intentar mejorarlo, teniendo muy en cuenta que los puestos de trabajo que genera la hostelería dentro del sector del turismo, son importantes.
De ahí que la formación en el gremio hostelero tiene que ser impecable. El nivel alcanzado, específicamente en la gastronomía española, en este caso turística, es tan primordial que necesariamente tenemos que contar con verdaderos profesionales. No podemos permitirnos defraudar al visitante.
Éstos ya vienen conscientes de recibir un buen servicio, porque así se lo han vendido y por lo tanto, así lo demandan. Por eso, todos tenemos que arrimar el hombro, partiendo de la administración, empresarios del sector y trabajadores del gremio, para que nuestra cocina continúe avanzando por la vía del progreso y hacer que se suba al carro de las más reconocidas del conjunto del estado que en todo su ámbito está reconocida como una de las mejores del mundo.
No es tarea difícil si nos lo proponemos de verdad entre todos. Los máximos responsables de empresas hosteleras deben exigir como mínimo, una adecuada preparación a las personas que presten sus servicios en sus establecimientos.
Una buena parte de este sector ha pecado y abusado siempre de contar con personal indeterminado; o sea el que fuese, para prestar servicios en sus locales. En estos momentos, aunque afortunadamente son menos, todavía sigue ocurriendo. Esto ya no se puede permitir a estas alturas.
Si queremos seguir siendo competitivos y permanecer ofreciendo un servicio de calidad todos tenemos, unos y otros, que estar adecuadamente formados. Pues, para ello, hay que reconocer que tenemos medios suficientes, y si no fuera así, exigirlo a la administración pública correspondiente, puesto que para eso lo pagamos.

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