miércoles, 25 de agosto de 2010

UNA MANERA DE CLASIFICAR EL VINO

Deben existir multitud de criterios para clasificar un vino. Permítanme la licencia de situarme a la altura de los grandes gurús del tema, y modestamente exponer otra manera de agrupar vinos, que resulta tan natural como efectiva.
La idea no es muy retorcida, se trata de catalogar un vino según el momento en que será bebido. Sucede que al precisar este momento hay una cantidad de características que brotan por añadidura.
Independientemente del poder adquisitivo que uno tenga, podremos clasificarlos de la siguiente manera.
Vinos para todos los días: Por ejemplo, si uno se refiere a un vino para todos los días, estamos hablando de un vino asequible al bolsillo (quiero decir barato) entre 4 y 6 €; probablemente suave y de trago fácil, para beber sin mucha preocupación, acompañando las sobrias cenas de entre semana (filete con ensalada y papas fritas).
Vinos para el fin de semana: Cuando llega el fin de semana, estamos dispuestos a gastar algo más, entre 10 y 15 € por botella diría y sin pretender que sea el gran vino de la historia, se precisa un poco más de cuerpo y estructura. Algunas especias o notas de complejidad para estar a tono con los embutidos y quesos curados de una buena entrada de comida. En una relajada mesa y sobremesa entre amigos, se imponen unos vinos de cuerpo medio y mucha expresión aromática, con un toque de roble en los tintos, no quedará nada mal.
Vinos para fiestas y celebraciones: Por último, para las grandes ocasiones, merece la pena romper la hucha. Un mesa sofisticada, una cena íntima pide un vino de reserva, que haya evolucionado en botella y esté bien maduro, nada de truncarlo bebiéndolo joven y aún astringente. En estas ocasiones, no hay límite para el precio y mucho menos para las sensaciones. Instantes sagrados de placer, con vinos más serios y complejos, que como una buena armonía, en este caso de aromas y sabores, se disfrutan con acompasada calma.


No hay comentarios:

Publicar un comentario