Si siempre es un placer el volver a La Rioja, en esta ocasión aún más, ya que hacerlo acompañado de un amigo y un par de aficionados, para encontrarte en las bodegas con otros amigos, es un doble placer.
Comenzaré diciéndoles que uno de ellos ya sabía desde hace años de las delicias del Cosme Palacio, pero una cosa es bebértelo en tu casa y otra muy distinta, hacerlo en la propia Bodega. El otro, pintor, se ha traído en la retina todo el paisaje otoñal (y en la cámara de fotos) para plasmar todo el arco iris del campo y las estrechas calles de Laguardia. José Antonio Torrellas, además de tomar ideas para que su Presidencia en el Centro de Iniciativas Turísticas de Las Palmas de Gran Canaria sea todavía más productiva, como buen catador y mejor Hotelero, apreció la evolución acaecida en la inmensa mayoría de las bodegas riojanas y alavesas.
En fin, con esta compañía nos presentamos en Bodegas Palacio donde como siempre la sonrisa y profesionalidad de Natalia Larrea nos dieron la bienvenida a esa empresa.
De mis anteriores visitas ya conocía la bodega, pero tampoco viene mal el hacer un pequeño repaso. En 1894 Don Cosme Palacio y Bermejillo funda Bodegas Palacio en Laguardia, en el corazón de Rioja Alavesa, entrando así a formar parte del limitado y selecto grupo de Bodegas Históricas de la D.O.C. Rioja. Como les decía, situada en Laguardia, uno de los pueblos más emblemáticos, esta bodega riojana, de alma bordelesa, elabora varias líneas de vinos de formidable regularidad, que conjugan la mejor tradición del estilo riojano clásico, con los elementos de la renovación enológica de las última décadas, siendo la bodega una de las primeras gracias al acertado enfoque de Jean Gervais y Michel Rolland, un equipo de enólogos francés algo revolucionario para esta centenaria casa, que en la década de los 80 supo situar a la bodega en la nueva rioja, una corriente innovadora cuyos vinos se caracterizan por una rigurosa selección de la uva, largas y pausadas maceraciones y la utilización de barricas nuevas, predilectamente de roble francés. La adquisición de la bodega por parte de Hijos de Antonio Barceló en 1998, proporcionó la ineludible evolución tecnológica y aportó su estructura comercial para la distribución de su amplia gama de vinos.
Pero la sorpresa de esta visita, aún faltaba por llegar, pues Natalia junto con la nunca suficientemente ponderada y agradecida dirección de Roberto Rodríguez, nos habían preparado una cata vertical de las más actuales añadas de Cosme Palacio.
La realizamos de la más antigua a las más nuevas, y ahora les explico porqué.
La de 2001 fue excelente y como tal, reconocida en todo el mundo. La 2002, con su color picota con ribetes granates, de buena capa. En nariz intenso, con notas tostadas, toques especiados, fruta roja en sazón, recuerdos a bosque y algunas notas de regaliz. Su paso por boca se origina amplio, con buen ataque, buena acidez, excelente ensamblaje y buen recorrido. Mantiene carácter, más los taninos resultan sedosos con un paso muy agradable.
El 2003, Ofrece un color, rojo cereza intenso, cubierto de capa, con brillo y viveza. Ímpetu aromático con atractiva concentración frutal, frutas negras maduras en un ensamblaje con suaves sensaciones especiadas, notas de regaliz y torrefactos. Complejo y elegante. Delicioso y expresivo, afrutado con toques de taninos dulces de calidad que se estiran al final de la boca.
2004 apareció corpulento y elegante. El paso en boca es muy sabroso y persistente, afrutado, con toques de taninos de calidad que se alargan en el tiempo, con un final fascinante.
El remate fue apoteósico, inesperado y toda una primicia, ya que aún sin haber hecho la maloláctica pudimos catarlo. Una experiencia inolvidable para los sentidos.
¿Qué les voy a contar? Cada vez que vuelvo por esta bodega no dejan de sorprenderme.
Comenzaré diciéndoles que uno de ellos ya sabía desde hace años de las delicias del Cosme Palacio, pero una cosa es bebértelo en tu casa y otra muy distinta, hacerlo en la propia Bodega. El otro, pintor, se ha traído en la retina todo el paisaje otoñal (y en la cámara de fotos) para plasmar todo el arco iris del campo y las estrechas calles de Laguardia. José Antonio Torrellas, además de tomar ideas para que su Presidencia en el Centro de Iniciativas Turísticas de Las Palmas de Gran Canaria sea todavía más productiva, como buen catador y mejor Hotelero, apreció la evolución acaecida en la inmensa mayoría de las bodegas riojanas y alavesas.
En fin, con esta compañía nos presentamos en Bodegas Palacio donde como siempre la sonrisa y profesionalidad de Natalia Larrea nos dieron la bienvenida a esa empresa.
De mis anteriores visitas ya conocía la bodega, pero tampoco viene mal el hacer un pequeño repaso. En 1894 Don Cosme Palacio y Bermejillo funda Bodegas Palacio en Laguardia, en el corazón de Rioja Alavesa, entrando así a formar parte del limitado y selecto grupo de Bodegas Históricas de la D.O.C. Rioja. Como les decía, situada en Laguardia, uno de los pueblos más emblemáticos, esta bodega riojana, de alma bordelesa, elabora varias líneas de vinos de formidable regularidad, que conjugan la mejor tradición del estilo riojano clásico, con los elementos de la renovación enológica de las última décadas, siendo la bodega una de las primeras gracias al acertado enfoque de Jean Gervais y Michel Rolland, un equipo de enólogos francés algo revolucionario para esta centenaria casa, que en la década de los 80 supo situar a la bodega en la nueva rioja, una corriente innovadora cuyos vinos se caracterizan por una rigurosa selección de la uva, largas y pausadas maceraciones y la utilización de barricas nuevas, predilectamente de roble francés. La adquisición de la bodega por parte de Hijos de Antonio Barceló en 1998, proporcionó la ineludible evolución tecnológica y aportó su estructura comercial para la distribución de su amplia gama de vinos.
Pero la sorpresa de esta visita, aún faltaba por llegar, pues Natalia junto con la nunca suficientemente ponderada y agradecida dirección de Roberto Rodríguez, nos habían preparado una cata vertical de las más actuales añadas de Cosme Palacio.
La realizamos de la más antigua a las más nuevas, y ahora les explico porqué.
La de 2001 fue excelente y como tal, reconocida en todo el mundo. La 2002, con su color picota con ribetes granates, de buena capa. En nariz intenso, con notas tostadas, toques especiados, fruta roja en sazón, recuerdos a bosque y algunas notas de regaliz. Su paso por boca se origina amplio, con buen ataque, buena acidez, excelente ensamblaje y buen recorrido. Mantiene carácter, más los taninos resultan sedosos con un paso muy agradable.
El 2003, Ofrece un color, rojo cereza intenso, cubierto de capa, con brillo y viveza. Ímpetu aromático con atractiva concentración frutal, frutas negras maduras en un ensamblaje con suaves sensaciones especiadas, notas de regaliz y torrefactos. Complejo y elegante. Delicioso y expresivo, afrutado con toques de taninos dulces de calidad que se estiran al final de la boca.
2004 apareció corpulento y elegante. El paso en boca es muy sabroso y persistente, afrutado, con toques de taninos de calidad que se alargan en el tiempo, con un final fascinante.
El remate fue apoteósico, inesperado y toda una primicia, ya que aún sin haber hecho la maloláctica pudimos catarlo. Una experiencia inolvidable para los sentidos.
¿Qué les voy a contar? Cada vez que vuelvo por esta bodega no dejan de sorprenderme.
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