sábado, 4 de septiembre de 2010

CANARIAS, EL MAR Y LA PESCA A TRAVÉS DEL TIEMPO I

En ocasiones, se dice que el canario ha vivido de espaldas a la mar, estando tan próximo a ella, argumento considerado además contradictorio considerando los enormes recursos que en el sector pesquero hubiera deparado una economía medianamente industrial si hubiese sido sinceramente planificada desde hace siglos por las diferentes administraciones españolas, que por razones que se ignoran, pero que se intuyen ante el temor a un excesivo desarrollo económico autogestionado, que España no deseaba a la vista de lo que ocurría en Cuba, nunca se llevó a cabo completamente.
Por todos es conocido que estas Islas se encuentran situadas en las cercanías del banco pesquero de los más rico del mundo, a decir de los entendidos, resultado de la corriente fría de Canarias en contraste con la latitud geográfica de proximidad al continente africano, que hace de vivero para las más variadas especies piscícolas especialmente de profundidad. Consecuencia de estos parámetros aparece la parte más negativa en cuanto a pesca en plataforma marítima insular que es pequeña en las Islas occidentales, pero no en estas que nos ocupa de Fuerteventura y Lanzarote. Aquí las especies de aguas superficiales son más abundantes y por tanto con mayor desarrollo para grupos de pescadores, que desde siempre han practicado esta actividad de forma artesanal y en pequeños núcleos costeros aprovechando los numerosos enclaves, playas y otros lugares apropiados para estos menesteres.
En Fuerteventura abundan los caladeros frecuentados por unas determinadas especies de bacalao en la zona de Barlovento, y las corvinas en los caladeros opuestos, que son igualmente aprovechados juntamente con las especies llamadas menores de uso familiar, viejas, chernes, etc. Así como las deseadas morenas o los pulpos, la especie de calamar más codiciada por los canarios.
Esta pesca llamada de bajura o costera es eminentemente artesanal con utilización de técnicas tradicionales, desde la caña a la gueldera, "el tambor", "mirafondo", etc. o en pequeñas embarcaciones, los pequeños barcos con vela triangular, para zonas superficiales y próximas a la costa, junto a los pocos refugios existentes en la época de entre siglos que relatamos.
Tal acción se llevaba a cabo por los más disparejos medios para el sustento doméstico, trueque local pero nunca comercialmente planificado. Caballas, chicharros, sardinas, túnidos y otros, algunas migratorias, son especies importantes y muy abundantes en las proximidades de estas dos Islas y en los ochenta kilómetros que las separan de la plataforma africana.
Su enorme trascendencia en los periodos de las temibles hambrunas es y constituye una teoría, por nunca suficientemente estudiada para aquellas etapas de carácter cíclico que tan frecuentemente azotaban a estas islas occidentales, principalmente. Muy críticos fueron muchos años durante el siglo XVIII y XIX, más estudiado y conocidas sus consecuencias en la población principalmente rural, que o buscaba algún tipo de solución, o emprendía una emigración obligada, hacia otras islas o hasta América.
En "Los Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1729-1798" y en "El Hambre en Fuerteventura", ambas investigaciones de Roldán Verdejo sobre esta problemática, aparecen datos sumamente explicativos, con las causas que llevaron al majorero a emigrar, a morir de hambre, o a comer pescado; y no referido a momentos puntuales en un determinado año o época, sino con una frecuencia insólita, que hoy no sería creíble si no estuviera documentada, y por simple obviedad.
Nada más determinante para comprender la situación, que los documentos reflejados en actas, y que Roldan define con suma claridad. De los mismos se desprende como recuerdo insistente el del hambre de la isla: hambre endémica, para un país sin apenas lluvias, que vive exclusivamente de cereales a secano y supeditado a plagas constantes de langostas procedentes del vecino desierto sahariano.
A partir de estos años calamitosos, con inicio sobre 1720, la situación de la isla se estabiliza aparentemente, puesto que unos cincuenta años después el fantasma del hambre y la miseria vuelve a rondar a esta isla de las mayores desgracias. En 1769 se reinicia la segunda gran hambre de su historia que culmina en la sequía histórica de 1771.
Ya en el año 1768 había llovido poco y fue malo por falta de pastos e hierbas en la isla hasta el extremo que el Cabildo acuerda "que el ganado se someta a control y vigilancia en las zonas donde ha de pastar". En el mismo año de 1769 los habitantes de la isla comienzan a emigrar a Tenerife, entre otros lugares, problema que alcanza también de lleno esta vez a Lanzarote lo que obliga a sus gentes, igualmente, al desplazamiento forzado para paliar el hambre.
Respecto a Lanzarote para que se tenga una idea de la magnitud de la situación, basta declarar que perecieron 2600 personas de hambre y de sed, después de haber intentado en vano saciarla con desechos y cosas más inmundas, equivaliendo a un tercio de la población de la isla.
Es curioso que sacado de un documento de la época, decía, no se haga alusión al producto más abundante en ambas islas, inagotable en estos momentos, necesario para subsistir la población: el pecado de ribera, de plataforma o de altura, en momentos de claro auge de la actividad pesquera en el banco sahariano.
Concerniente a Fuerteventura el drama del año 1771 fue aún más terrorífico, pues por fallecimiento en mayor número, y por éxodo inevitable de los más pudientes, la población majorera, cifrada en unos diez mil, se vio reducida a la mitad, que se presupone subsistió en gran parte debido al intenso consumo de pescado.
A este respecto y para basar la teoría en torno a la función que los recursos pesqueros de esta isla tendrían para paliar las necesidades básicas de alimentación en el transcurso de las hambrunas, se analizó un documentado informe, se supone llevado a cabo como consecuencia de los desgraciados años de escasez, extraído del Archivo de Simancas. Analizando algunos aspectos socioeconómicos de esta Isla de Fuerteventura por aquella época, del que se extrae: "A estas desgracias se suman los infortunios de los cinco años consecutivos por falta de agua, habiéndose perdido del todo sus cosechas; que siendo la más fértil y abundante tierra de todas las Canarias en ganado y grano (sic), en tal conformidad que es muy común que en los años de lluvias, ver espigas de trigo de catorce carreras cada una, y dar por uno ciento veinte". Se añaden otros datos de interés que harían optimista a cualquier majorero que por aquellas fechas hubiese tenido acceso a este informe oficial, cuando dice que dicha isla produce, en buenas cosechas, 76000 fanegadas de trigo, 153 de cebada, y 1000 de maíz. En iguales años produce asimismo más de 400 pipas de vino, 400 quintales de frutas pasadas. Y de 8 a 10.000 fanegadas de papas (sic). Hácense también más de 800 quintales de queso y se extraen más de 5000 machos cabríos, 4000 carneros y 600 quintales de lana y alude a otros aspectos económicos más domésticos, pero lo que es realmente curioso para el tema que nos ocupa, es no aludir minimamente a extracciones de pescado o de la actividad pesquera en general en cualquiera de sus formas. Que es lo realmente controvertido por ser, como hemos dicho, factor socioeconómico fundamental en aquellas situaciones de verdadera miseria.
A mayor abundamiento, unos ocho años antes, en 1764 el escocés George Glas, publicaba en Londres el tratado sobre la historia de nuestras pesquerías africanas con su abundante pesca y con magnífica descripción, vinculando en todo momento el protagonismo de los isleños al referido banco pesquero, detallando numerosos aspectos de la organización de las campañas de pesca, número de embarcaciones, tipos y hombres que empleaban.
Esto afirma la teoría que determina que las actividades pesqueras harto frecuentes en estas fechas, en todas sus variantes, desempeñaban un esencial protagonismo como producto de consumo básico, pero mayoritario, en el transcurso de aquellas frecuentes hambrunas que asolaron estas Islas.
La hambruna más destacada en el período que nos ocupa es la que nace en el llamado "decenio calamitoso" 1875-1884, principalmente el año 1878, si bien Fuerteventura conocía de otras muchas, tantas como 22, puesto que fue un prolongado calvario de continuas desgracias que afectó prácticamente a todos los sectores económicos de la Isla.
Precisamente coincidiendo con el inicio de este período calamitoso, en 1875, se publica el libro de Silva Ferro, sobre la importancia que las pesquerías africanas en relación con estas Islas iba teniendo, y así, en alusión a esta publicación, lo interpreta Martínez Milán, en un epígrafe de la memoria de licenciatura cuando habla de "estudios Económicos, Industriales y Científicos respecto a la explotación y riqueza de algunas pesquerías y consumo de sus productos en los grandes mercados, con otros variados informes, para servir de precedentes al proyecto de establecer una factoría de pesca y preparación de pescado en la isla Graciosa, situada al Norte de Lanzarote.
Por tanto, ante el interés que las pesquerías estaban despertando a nivel internacional, el informe proponía que se estableciera un protectorado en la franja costera africana frente al Archipiélago, con objeto no sólo de asegurar la jurisdicción sobre dichas aguas sino también de iniciar un proceso de penetración mercantil en la misma zona africana. A partir de aquí el interés mostrado por la Administración Española continuó, con más o menos acierto, a través de actuaciones concretas para de paso hacer frente a la continua competencia de otros países.
Parece deducirse que no le quedaba otra alternativa.
La continuación, pronto, más y mejor…

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