Pronto pasarán las vacaciones, y a tiro de piedra tendremos las fiestas de fin de año. Los bolsillos no están muy boyantes, pero hay que seguir dando “imagen” y si no da para el restaurante, habrá que invitar a los amigos a casa. En lo relacionado con la manduca, normalmente no suelen presentarse problemas, pero en lo tocante al vino, ese es otro cantar.
El elegir el vino adecuado para una fiesta no es un tema menor, pues en este caso hay más de un paladar que satisfacer, el tema del que dirán, y aunque nos cueste aceptarlo, hasta el mas entusiasta y apasionado de la buena vida, termina tropezando con aquello del estatus social y al mismo tiempo con el problema presupuestario.
Para poder salir airoso de esta encrucijada, se pueden tomar en cuenta tres aspectos importantes en el momento de elegir el vino para una fiesta. El social, puro marquismo, donde importa más la marca y presentación de las botellas. El enológico, donde predomina el conocimiento. Y el económico, presupuesto y relación calidad precio.Independientemente de cualquier consideración enológica, hay muchos anfitriones que precisan contar con el respaldo de una marca conocida y valorada. Hoy ofrecer un vino de los denominados de autor, de tal o cual denominación de origen, como en el pasado lo fueron ciertas marcas, conocidas por todos los que nos movemos dentro de este complicado mundo del vino, es una decisión segura que no puede fallar.
Me contaba un amigo cocinero, una anécdota para ilustrar el tema. Hace unos tres años, intentó persuadir a un cliente de arriesgarse a servir un vino de una buena bodega pero no muy conocida para su enlace matrimonial. Su contestación fue, estupendo y muy interesante el tema de los taninos y las frutas rojas, pero si en mi boda pongo ese vino, la gente va a pensar que soy un pringau de tercera división. No se cuantos invitados saben de vino, pero estoy seguro que todos están al tanto del precio de un vino famoso.
No debemos tomar esto como una crítica para el cliente, todo lo contrario, por lo visto, sabía muy bien lo que quería y conocía perfectamente el perfil de la gente que invitaba a su fiesta, pero es importante aclarar que tenía el dinero justo, para pagar el vino que se le había ofrecido.
La forma de la botella, el diseño de la etiqueta e incluso la cápsula exterior del corcho, también pesan en el momento de lograr una buena aceptación social. Seguro, que más de un comensal poco instruido en el mundo del vino, mirará con recelo y sospecha las sobrias etiquetas que presentan grandes vinos. Por otra parte, más allá del vino, aprobarán la refinadísima presentación de algunas bodegas.
Sin embargo aunque parezca un poco trivial, en las fiestas el vino tiene que ser bueno y estar bien vestido. No está mal tener en cuenta estos aspectos generales. No tiene mayor importancia lo entendidos o sibaritas que seamos para elegir los vinos para nuestro consumo, sería por lo menos desaconsejado, negar que una fiesta es un evento social, y es muy obvio tener en cuenta que el vino elegido no sólo transmite información por la nariz o el paladar, sino de nuestra forma de hacer las cosas.
Hoy, abandonemos la frivolidad y vamos a hablar de vino. Dejemos por un momento de lado el tantas veces comentado maridaje entre vino y comida, ya que salvo en casos muy exclusivos, el espectro de platos característicos de una boda, sobrelleva una amplia variedad de vinos tintos. Para no complicarnos, existe una regla básica entre el vino y la comida, es muy sencilla por cierto y más que suficiente, a platos fuertes, vinos fuertes y a platos suaves, vinos livianos. De esta manera coexisten y ninguno desluce al otro
A riesgo de sonar un poco burdo, diría que una mayor profundidad sobre este tema corre serios riesgos de caer en lo absurdo. A mi entender el tipo de vino a seleccionar no esta relacionado con el plato elegido sino con otras cuestiones.
Por encima de la comida elegida, hay que tener en cuenta que durante unos esponsales, los invitados suelen pegarle al frasco bastante más que su promedio normal, la extensión de la comida y los tiempos de servicio entre plato y plato favorecen a ello. Inclusive, a mucha gente que normalmente no come con vino y tiene poca o nula cultura enológica, se la anima a beber, sobre todo tinto.
De ahí, que sea importante ofrecer un vino de trago fácil y amigable. Sin perder los papeles, una fiesta con buen consumo es una fiesta más divertida.
Volvamos a lo que de verdad ocurre. Por motivos sociales o por prejuicios propios, para una fiesta importante el anfitrión se siente en la obligación de ofrecer un vino distinguido, cuyo nivel de precio, invariablemente lo hace caer en el segmento de los vinos reservas. Como bien saben, estos vinos, son aquellos que tienen crianza en madera, y como resultado mayor cuerpo y supuestamente mayor complejidad que los varietales jóvenes sin crianza. Por lo general son bastante potentes y astringentes, en particular si no han evolucionado en botella lo suficiente. Sin ser grandes vinos de reserva, seguramente mejorarán con un par de años de botella, pero las bodegas suelen sacarlos a la venta de manera abreviada. Este tipo de vinos, que en la primera copa atraen por su potencia y presencia de la madera, se vuelven un poco empalagosos con el correr de la noche.
La experiencia, recomienda elegir un vino con poca madera dónde el cuerpo y la estructura estén aportados por la uva y no por el roble. Vinos con una buena expresión frutal, muy precisos en nariz, pero que predomine la redondez en boca y sin demasiada astringencia. Les afirmo que hay vinos que van a hechizar a mas de uno por muy chic que sea la fiesta, sin tener que recurrir demasiado a la madera. Aunque muchísimos no estén de acuerdo conmigo, prefiero un buen varietal joven e incluso un maceración carbónica, que un tinto reserva servido antes de tiempo.
Es muy seductora y comercial la famosa frase de los 12 meses en barricas de roble francés, pero no tan positiva cuando pasamos de lo escrito en la etiqueta a las sensaciones del paladar.
En cuanto al precio de los vinos, es tan dispar, que lo ideal es conseguir una buena relación precio calidad. A veces puede hasta resultarnos bien sencillo, puesto que dentro de la enorme cantidad de bodegas y D.O. los hay cuya relación calidad-precio es óptima. Por ética profesional, no me permito citar marcas, aunque quien sabe si algún día… Pero lo que si está claro, es que no hay por que gastar una fortuna para recrearse con un buen vino.
Así mismo, es cierto que esto a veces plantea un conflicto con lo de los prejuicios sociales, ya que habitualmente estos vinos no suelen tener las marcas más afamadas y reconocidas. Pero no desesperen, hay vinos que compensan la falta de fama de sus marcas con atractivas presentaciones y buenos tragos. Y es aquí donde para algunos comienza la incertidumbre. Tiene fácil solución, aprenda más referente a vinos, para poder comprar mejor.
Espero que algo de todo esto les sirva para cuando tengan que organizar su próximo enlace, pero de todas maneras no se preocupen, porque la naturaleza es sabia, hay muchos vinos que duran más que los matrimonios.
El elegir el vino adecuado para una fiesta no es un tema menor, pues en este caso hay más de un paladar que satisfacer, el tema del que dirán, y aunque nos cueste aceptarlo, hasta el mas entusiasta y apasionado de la buena vida, termina tropezando con aquello del estatus social y al mismo tiempo con el problema presupuestario.
Para poder salir airoso de esta encrucijada, se pueden tomar en cuenta tres aspectos importantes en el momento de elegir el vino para una fiesta. El social, puro marquismo, donde importa más la marca y presentación de las botellas. El enológico, donde predomina el conocimiento. Y el económico, presupuesto y relación calidad precio.Independientemente de cualquier consideración enológica, hay muchos anfitriones que precisan contar con el respaldo de una marca conocida y valorada. Hoy ofrecer un vino de los denominados de autor, de tal o cual denominación de origen, como en el pasado lo fueron ciertas marcas, conocidas por todos los que nos movemos dentro de este complicado mundo del vino, es una decisión segura que no puede fallar.
Me contaba un amigo cocinero, una anécdota para ilustrar el tema. Hace unos tres años, intentó persuadir a un cliente de arriesgarse a servir un vino de una buena bodega pero no muy conocida para su enlace matrimonial. Su contestación fue, estupendo y muy interesante el tema de los taninos y las frutas rojas, pero si en mi boda pongo ese vino, la gente va a pensar que soy un pringau de tercera división. No se cuantos invitados saben de vino, pero estoy seguro que todos están al tanto del precio de un vino famoso.
No debemos tomar esto como una crítica para el cliente, todo lo contrario, por lo visto, sabía muy bien lo que quería y conocía perfectamente el perfil de la gente que invitaba a su fiesta, pero es importante aclarar que tenía el dinero justo, para pagar el vino que se le había ofrecido.
La forma de la botella, el diseño de la etiqueta e incluso la cápsula exterior del corcho, también pesan en el momento de lograr una buena aceptación social. Seguro, que más de un comensal poco instruido en el mundo del vino, mirará con recelo y sospecha las sobrias etiquetas que presentan grandes vinos. Por otra parte, más allá del vino, aprobarán la refinadísima presentación de algunas bodegas.
Sin embargo aunque parezca un poco trivial, en las fiestas el vino tiene que ser bueno y estar bien vestido. No está mal tener en cuenta estos aspectos generales. No tiene mayor importancia lo entendidos o sibaritas que seamos para elegir los vinos para nuestro consumo, sería por lo menos desaconsejado, negar que una fiesta es un evento social, y es muy obvio tener en cuenta que el vino elegido no sólo transmite información por la nariz o el paladar, sino de nuestra forma de hacer las cosas.
Hoy, abandonemos la frivolidad y vamos a hablar de vino. Dejemos por un momento de lado el tantas veces comentado maridaje entre vino y comida, ya que salvo en casos muy exclusivos, el espectro de platos característicos de una boda, sobrelleva una amplia variedad de vinos tintos. Para no complicarnos, existe una regla básica entre el vino y la comida, es muy sencilla por cierto y más que suficiente, a platos fuertes, vinos fuertes y a platos suaves, vinos livianos. De esta manera coexisten y ninguno desluce al otro
A riesgo de sonar un poco burdo, diría que una mayor profundidad sobre este tema corre serios riesgos de caer en lo absurdo. A mi entender el tipo de vino a seleccionar no esta relacionado con el plato elegido sino con otras cuestiones.
Por encima de la comida elegida, hay que tener en cuenta que durante unos esponsales, los invitados suelen pegarle al frasco bastante más que su promedio normal, la extensión de la comida y los tiempos de servicio entre plato y plato favorecen a ello. Inclusive, a mucha gente que normalmente no come con vino y tiene poca o nula cultura enológica, se la anima a beber, sobre todo tinto.
De ahí, que sea importante ofrecer un vino de trago fácil y amigable. Sin perder los papeles, una fiesta con buen consumo es una fiesta más divertida.
Volvamos a lo que de verdad ocurre. Por motivos sociales o por prejuicios propios, para una fiesta importante el anfitrión se siente en la obligación de ofrecer un vino distinguido, cuyo nivel de precio, invariablemente lo hace caer en el segmento de los vinos reservas. Como bien saben, estos vinos, son aquellos que tienen crianza en madera, y como resultado mayor cuerpo y supuestamente mayor complejidad que los varietales jóvenes sin crianza. Por lo general son bastante potentes y astringentes, en particular si no han evolucionado en botella lo suficiente. Sin ser grandes vinos de reserva, seguramente mejorarán con un par de años de botella, pero las bodegas suelen sacarlos a la venta de manera abreviada. Este tipo de vinos, que en la primera copa atraen por su potencia y presencia de la madera, se vuelven un poco empalagosos con el correr de la noche.
La experiencia, recomienda elegir un vino con poca madera dónde el cuerpo y la estructura estén aportados por la uva y no por el roble. Vinos con una buena expresión frutal, muy precisos en nariz, pero que predomine la redondez en boca y sin demasiada astringencia. Les afirmo que hay vinos que van a hechizar a mas de uno por muy chic que sea la fiesta, sin tener que recurrir demasiado a la madera. Aunque muchísimos no estén de acuerdo conmigo, prefiero un buen varietal joven e incluso un maceración carbónica, que un tinto reserva servido antes de tiempo.
Es muy seductora y comercial la famosa frase de los 12 meses en barricas de roble francés, pero no tan positiva cuando pasamos de lo escrito en la etiqueta a las sensaciones del paladar.
En cuanto al precio de los vinos, es tan dispar, que lo ideal es conseguir una buena relación precio calidad. A veces puede hasta resultarnos bien sencillo, puesto que dentro de la enorme cantidad de bodegas y D.O. los hay cuya relación calidad-precio es óptima. Por ética profesional, no me permito citar marcas, aunque quien sabe si algún día… Pero lo que si está claro, es que no hay por que gastar una fortuna para recrearse con un buen vino.
Así mismo, es cierto que esto a veces plantea un conflicto con lo de los prejuicios sociales, ya que habitualmente estos vinos no suelen tener las marcas más afamadas y reconocidas. Pero no desesperen, hay vinos que compensan la falta de fama de sus marcas con atractivas presentaciones y buenos tragos. Y es aquí donde para algunos comienza la incertidumbre. Tiene fácil solución, aprenda más referente a vinos, para poder comprar mejor.
Espero que algo de todo esto les sirva para cuando tengan que organizar su próximo enlace, pero de todas maneras no se preocupen, porque la naturaleza es sabia, hay muchos vinos que duran más que los matrimonios.
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